Delirios cotidianos

Las imágenes del sueño suelen trascender lo humanamente posible y hacen lo que les da la gana con el tiempo, el espacio, la forma, el color… lo que entendemos como real. Muchos de nuestros sueños bien podrían pasar por una película con millones de dólares de presupuesto en los que tode es posible, o bien, una atmósfera abstracta que nos hace pensar en los textos de Samuel Beckett. Pero ¿qué sucede cuando creamos despiertos, en perfecto estado de sobriedad? ¿Qué surge –y de dónde– cuando no estamos bajo el influjo de droga o estímulo externo alguno, sino simplemente frente a la página o el lienzo en blanco? Esta colección de art prints busca ofrecer imágenes oníricas que en realidad surgen de un cerebro dispuesto a “delirar” despierto. A forzar la imaginación, en el entendido surrealista de que esta no perdona y está ligada al azar y a lo maravilloso.
En un pasaje de Los Cantos de Maldoror, del Conde de Lautréamont, el poeta narra cómo ha sido su lucha –durante 30 años– contra el hecho de quedarse dormido. Para él, quien sueña “es un cadáver que respira” y queda a merced de un dios que juega con la cabeza del durmiente (“Nuestra puerta está abierta a la salvaje curiosidad del Celestial Bandido”). Este episodio de la lucha contra el sueño, dice Julio Cortázar, es conocimiento como lo es una ley de termodinámica.
El mismo Lautréamont “formuló” en el mismo libro una ecuación poética que fungió décadas después como la quintaesencia del collage creado por dadás y surrealistas. La analogía “bello como el encuentro fortuito sobre una mesa disección de una máquina de coser y de un paraguas” ejemplica ese delirio consciente que nos permite mirar al mundo desde una óptica distante donde –como en los sueños– todo es posible. Deliremos despiertos.

 

 

Delirios Cotidianos

Por Alfredo Quintana

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